Ka-ara Investigaciones

La historia del pueblo Rapanui, sin duda, está determinada por las distintas migraciones que han llegado a esta lejana isla del Océano Pacífico, desde la llegada de los primeros polinesios, provenientes de una tierra mítica llamada "Hiva" poblada por una raza "Maorí", hasta la llegada del hombre blanco, procesos esclavistas por parte de la piratería, anexión al Estado chileno en el año 1888 a manos de Policarpo toro, arriendo territorial a la compañía explotadora de Isla de Pascua, "Williamson Balfour" y, actualmente, el problema poblacional con el creciente número de residentes extranjeros.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Kava Kava Pakarati: experiencia de un rapanui en la capital.


(A continuación, se publica la introducción de un trabajo orientado a recoger la experiencia de un ciudadano rapanui radicado en la capital, utilizando como metodología la oralidad).



Introducción




         Cuando la historia avanza y deja sus huellas, indudablemente que en los grandes hombres,  aquéllos que sobresalieron en los momentos más importantes de cada época, recae la atención del estudio por quienes nos dedicamos a esta disciplina. Pero, además, ellos llenan también la memoria colectiva de las generaciones, envolviéndose en mitificaciones, aglutinando defensores y detractores de sus obras, y son puestos en enaltecidos panteones o terminan engrosando una extensa lista de infames personajes.
           
Sin embargo, delimitar el transcurso de la historia a las acciones de particularidades resulta, a estas alturas, lisa y llanamente un ejercicio de ceguera intelectual que termina por quitar más que agregar conocimiento que contribuya a la comprensión de cierto fenómeno. Hacer uso de una idolatría hacia los héroes y villanos y centrar toda nuestra atención sobre los hombres más importantes, nos llevaría a dejar de lado dos aristas que nos aportan un conjunto valiosísimo de elementos históricos: por una parte, estamos olvidando que detrás de estos grandes hombres, muchas veces hubo un movimiento social –entendido esto como la participación de un sector social tras un proyecto- que formó parte activa de una coyuntura histórica, y que contribuyó a darle vida; y, desde otra vereda, no volvemos la mirada hacia los actores pasivos de la historia, aquellos que sufren más directamente que nadie los efectos de una crisis económica o una guerra fronteriza, pero a quienes no se les dedican páginas de textos escolares o manuales históricos.
           
Por esta razón, quienes pensamos que un hombre común y corriente tiene siempre algo que aportar sobre lo sucedido en cierta época, o que ésta puede perfectamente ser representada, de manera indirecta, por la experiencia de un individuo, la historia oral se nos presenta como una herramienta de profunda relevancia y efectividad, puesto que
           
La historia son las memorias y recuerdos de la gente viva sobre su pasado. Como tal, está sometida a todas las vaguedades y debilidades de la memoria humana; no obstante, en este punto no es considerablemente diferente de la historia como un todo, que con frecuencia es distorsionada, subjetiva y vista a través del cristal de la experiencia contemporánea. Los materiales de la historia oral son la materia prima del academicismo histórico –la historia como sus fuentes primarias, con todas sus facetas e inconsistencias. Abundante en triunfos y tragedias personales, es una historia de la persona común, de quienes no aparecen en los documentos, pero que son capaces de hablar articuladamente[1].

            Efectivamente, la historiografía tradicional es imprescindible para el conocimiento correcto de fechas o nombres transcendentes en la historia. Pero poco pueden aportar a la hora de identificar conductas cotidianas que representen una época. Modos de convivencia, representaciones individuales o grupales de ciertos elementos, de la misma forma que reacciones frente a determinados procesos que afectan o determinan a la sociedad, difícilmente pueden ser captados por los historiadores en archivos institucionales o documentos políticos o militares. La sensibilidad y emoción, parte fundamental del hombre, que es al fin y al cabo el protagonista histórico, se capta mejor que nunca cuando se utiliza la historia oral en su estudio; a esto se refiere Sitton cuando habla sobre lo deficientes que resultan los textos “al transmitir la sensación de ‘vivir’ los eventos del pasado”[2].
           
            La historia oral, que comenzó a utilizarse como herramienta metodológica para crear un documento histórico sustituto a la carta privada y otros registros de importantes personalidades contemporáneas, “pronto empezó a conducir a los historiadores en direcciones diferentes. Una de éstas condujo a un renovado interés en la historia de las clases, los enclaves étnicos y los grupos de ocupación en la sociedad estadounidense”[3].

            En este escenario, cabe explicar que el objetivo de este trabajo apunta a representar, a través del testimonio de vida de un rapanui residente en Santiago de Chile, la problemática que está detrás del abandono de la tierra natal, por razones que variarán en cada individuo, para llegar a la capital. Supone esto una problemática, por lo disímil de las realidades que ofrecen ambos puntos geográficos; la apacibilidad y lo colectivo de la vida rapanui se contrapone notoriamente con el individualismo y la rapidez que caracterizan a las grandes urbes. Lo interesante será observar la forma en que este cambio, que trasciende lo físico y tiene connotaciones también culturales,  afecta la identidad de nuestro personaje y termina por modificar la relación que éste tiene con su lado rapanui y su lado “continental”. Por otra parte, a partir de su relato trataremos de recrear ciertos aspectos significativos de la historia de Isla de Pascua, ejercicio que puede resultarnos de un profundo valor por tratarse del reflejo de la conciencia histórica que un rapanui tiene del pasado de su comunidad, lo que puede llevarnos a datos o conclusiones que no necesariamente se condigan con la construcción bibliográfica de ésta.

            De lo anterior, asoman dos cuestiones que merecen una explicación previa. La primera dice relación con la importancia de estudio que pueda tener la experiencia particular de nuestro entrevistado. Y aunque en los párrafos anteriores se hizo hincapié en el valor histórico que puede tener un hombre común y corriente para graficar los efectos concretos de un hecho determinado o un proceso de largo alcance, no deja de ser menester señalar que, en el caso de este rapanui, nos encontramos claramente ante un proceso de gran relevancia –como es el de abandono de la tierra natal y el posterior conflicto cultural que eso lleva- que no encuentra mayor representación que en alguien que lo ha vivido. Como señala el historiador catalán Juan José Pujadas, "en los estudios sobre cambio cultural, la dimensión individual es muy importante, pues se trata de profundizar en el impacto que sobre la vida cotidiana de los individuos tienen las progresivas modificaciones a nivel de estructura”[4]. Pero no es sólo a la cotidianidad a lo que apunta este método, sino que “también se adentra en los vericuetos de los <<momentos críticos>> de la vida del personaje, de sus frustraciones de infancia… de sus crisis de identidad individual y social, de su dificultosa aclimatación a la vida escolar, de las muertes de sus familiares y personas queridas”[5].

            Por otro lado, la segunda cuestión está relacionada con la validez que tenga, en cuanto a la veracidad del pasado de la Isla de Pascua, el testimonio que nos pueda entregar el entrevistado, problema que puede presentar mayor consideración en un joven de 24 año, como es nuestro caso. Sin embargo, dejamos de manifiesto que la historia oral, en ningún caso, resulta una complicación para este ejercicio de construcción histórica. Como señala, nuevamente, Sitton:

La afirmación de que no se puede confiar en la memoria humana ha sido expuesta como falsa por investigaciones de grupos de personas de todo el mundo, las que tienen una marcada propensión a retener las verdades históricas durante mucho tiempo. Los etnohistoriadores han demostrado la veracidad de la historia comunicada oralmente entre los indios de Norteamérica, los africanos y los grupos del sur de Asia, cuyas culturas son abrumadoramente orales y abundan en antiguas tradiciones…[6]

En efecto, en una cultura como la rapanui, que al igual que la mayoría de las indígenas posee un patrimonio histórico de carácter oral y memorial, el pasado solamente se conserva en a través de la palabra, y en menor grado en representaciones icónicas. Deslegitimar la validez de la tradición oral de un rapanui como material histórico, sería desmerecer también la labor de importantes hombres que merecen el total respeto por parte de este pueblo, como el caso del padre Sebastian Englert o el compositor e investigador Ramón Campbell, que basaron sus trascendentales obras sobre la historia y cultura de Isla de Pascua, en gran medida, a través de esta metodología. Desconocer la validez que el traspaso de historias, leyendas o cuentos, de generación en generación tiene en un pueblo como el Rapanui, sería volver a lo más primitivo del dogmatismo positivista decimonónico, que reconocía la verdad solamente en lo empíricamente comprobable.

Por esta razón, el relato de Fernando Vargas Pakarati, conocido como Kava Kava desde la infancia en su Isla de Pascua, nos ofrece un testimonio de vida con una riqueza notable, llena de anécdotas y datos fascinantes de la cultura rapanui, que sólo pueden encontrarse en lo más recóndito de la experiencia de cada uno de los pascuenses. Solamente testimonios tan personales, como los que se encontrarán en este trabajo, nos podrán llevar a entender el conflicto que supone en un ser humano abandonar el lugar de origen, a la familia y a los amigos, donde jugó y creció, para llegar a una ciudad capital, con estructuras y elementos que representan un cambio radical con una isla tan natural y sencilla como lo era la Isla de Pascua a fines del siglo XX.


Kava Kava Pakarati

A fines de la década de 1970, Fernando Ubiergo compuso Ana Ariki, canción que narraba la historia de una mujer rapanui que, “en una noche sin estrellas”, abandona la Isla de Pascua sin que nadie supiera su rumbo. Sólo dejó a su amado una frase que tiñe la esperanza de incertidumbre: “Espera, volveré…algún día volveré”. Esta misma frase refleja, más que cualquier otra expresión, el sentimiento que Fernando “Kava Kava” Vargas Pakarati tuvo durante cuatro años de su infancia. 

Nacido en Isla de Pascua el 27 de diciembre de 1985, Kava Kava tuvo que abandonar este lugar a muy temprana edad. Hijo de un santiaguino, Rodrigo Vargas, y de una rapanui, Valeria Pakarati, sufre las consecuencias de una ruptura matrimonial superada tardíamente. A los diez años, su padre trae a su hermana y a él a vivir al continente, lo más alejado de su madre. Viven un tiempo en Arica, para luego venir a instalarse definitivamente a la capital, a la casa de sus abuelos paternos. Siendo aún un niño, rápidamente observa diferencias propias a dos estilos de vida diferentes: los juegos, la ropa, la forma del trato, etc. Es por esto que la relación con su tierra de origen no desaparece, por muy corta que sea su edad, y durante cuatro años insiste constantemente en viajar a la Isla a reencontrarse con los suyos, sobre todo con su madre. Pero la postura de su padre, afectado por el quiebre de su matrimonio, fue siempre la misma: no.

Sin embargo, el vínculo con su madre y con la Isla siempre estuvo ahí, presente en pequeñas cosas que la decisión de su padre no logró borrar. Valeria venía de vez en cuando al continente, instancias en las que veía a sus hijos y trataba de recuperar el tiempo que se había perdido. Así, mientras la hija menor, Javiera, reproducía la misma postura que su padre y se mostraba lejana a ella, Kava Kava se reencontraba con su infancia, con el cariño de una madre, y también aprovechaba de visitar junto a su madre a otros isleños residentes en la capital. De esta manera, nuestro personaje revivía cada cierto tiempo su pasado reciente, sus costumbres y sus lazos de pertenencia, situaciones que fueron la antesala para la posterior consolidación de su identidad rapanui.

Así vivió hasta los catorce años, edad en la que encontró la complicidad de sus abuelos santiaguinos para cumplir un sueño que tuvo desde el primer momento que piso tierra continental: volver a la Isla, aunque fuese por un tiempo. Su abuelo, luego de hacer todos los trámites correspondientes en la Fuerza Aérea, logró que su nieto tomara un asiento en un avión que llevaba a jóvenes pascuenses que estudiaran en el continente. Cuando su padre se enteró del viaje que haría Kava Kava, éste ya estaba volando, y, de ahí en adelante, viajar a la Isla durante todo el periodo estival se convirtió en algo insustituible para este adolecente. Volvió a ver a sus tíos, sus primos y sus amigos. Se reencontró con el mar y con el espacio de reunión social que esto representa para los isleños, y también con una infinidad de otros elementos propios de idiosincrasia que son expuestos por él mismo en este trabajo.
Actualmente, Kava Kava trabaja hace tres años en LAN Chile, luego de haber estudiado Turismo con mención en Tráfico y carga aérea en el DUOC, profesión con la que espera contribuir en un futuro al desarrollo de la zona. El vínculo que tiene con la Isla de Pascua está totalmente consolidado, al igual que si identidad, la que no tiene ningún problema en definirla como rapanui. Además, muestra una postura muy a favor de una mayor autonomía de la Isla con respecto al gobierno chileno, lo que no apunta precisamente a una independencia, sino que más bien se refiere a que la gobernación y el desarrollo económico de ella sería mucho más eficiente si estuviese en manos de los propios rapanui. De hecho, su madre forma parte de un movimiento político y social dentro de la Isla para promover una mayor autonomía. Ya no puede viajar a mediados de diciembre y volver a Santiago la primera semana de marzo, como lo hacía en su época de estudiante, porque el tiempo libre que le otorga su trabajo debe destinarlo en periodos de tres o cuatro días libres. Sin embargo, la misma empresa le otorga pasajes a muy bajo costo, lo que aprovecha para viajar constantemente a la Isla, durante todo el año, como cualquier chileno que se traslada de una región a otra en menos de cuatro horas. Para Kava Kava, Rapanui está más presente que nunca.
          






Nicolás Zeballos Fernández, "Kava Kava Pakarati: experiencia de un rapanui en la capital". 
No publicado.

           

[1] Sitton, Thad y otros. Historia Oral. Una guía para profesores (y otras personas). 4ta. Edición. Fondo de Cultura Económica, 2005. Pág. 12.

 [2] Ibíd. 21.

[3] Ibíd. 13
[4] Pujadas, Juan José. “El método biográfico: el uso de historias de vida en ciencias sociales” . 2ª Edición, Madrid, 2002. Pág. 24
[5] Ibíd. 21
[6] Ibíd. 16

1 comentario:

  1. Ok. Muy bien. Les falta comentar en blogs de compañeros y listo. Nos vemos el miércoles.

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